El cielo llora
con la misma leve lentitud
con la que llora la cera
recorriendo lenta la geografía de una vela que se consume ingrávida.
El cielo llora
con la misma indecencia
con la que llora el sauce en el estío
derramándose, ausente a los amores que cobija.
El cielo llora
como llora el agua en un estanque
con la inquebrantable verdad que la contiene
con la certeza que le confía el saberse fluir sin descarrío.
Llora al fin el cielo
sabiéndose nuestro salvador de almas
apagando el fuego que dejaba ayer flamear entre nubes
esas que convertían en infierno nuestra mirada
y que hoy por fin nos da respiro limpiando espíritus y entrañas.
El cielo llora, ahora...
como lloro yo.
Ali Avila©
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