Y estas cosas a veces se aprenden de quien menos esperas. En mi caso, aparte de mis padres, mis hermanos, mis amigos y las buenas personas con las que he tenido el honor de cruzarme en la vida, también las he aprendido de seres que no esperaban nada de mi y en cambio me lo regalaron todo. Su vida, su compañía, su lealtad.
Jamás me habría perdonado privar a mis hijos de todo lo bueno que les puede enseñar un perro. Y eso hice.
He criado, cuidado y disfrutado de la compañía de estos animales desde que mis hijos fueron pequeñitos. Lo mismo que mis padres hicieron conmigo.
Ellos me han dado la serenidad que a veces falta en momentos de tristeza, con su compañía, con su silencio y su rendido afecto.
La imagen de hoy es un pequeño acto de amor por una de mi perritas. Barbie. Un peluche de 35 kg. que respira solo si yo lo hago.
Va por ella la foto del día.
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