Jamás supe dónde se escribían historias como la nuestra,
hasta que clavaste en mi tu dulce mirada.
Solo entonces comprendí que se transcribió en tus soleadas sonrisas.
Nunca dejaré de amarte,
se lo he dicho a mi conciencia,
aquella que se resguarda en silencios,
donde el mundo con su cobardía,
no puede llevarla a rincones oscuros.
Nunca dejaré de amarte,
porque naciste sublime,
ansioso de la ternura que albergo en mi,
esperando anhelante su presencia.
No mi amor, nunca dejaré de amarte,
aunque las esperas cansen,
debiliten la creencia,
arrebaten la misma fe,
porque al final del camino estarás tu.
Te amaré entonces en mis silencios,
esos espacios tan míos,
que ahora compartes,
intuyes,
percibes.
Te amaré entre mis sueños,
procurando no despertar.
Te amaré en el amanecer,
ese que me encuentra desnuda de tu amor,
y me posee por ti con el primer rayo de sol.
Te amaré en la nueva poesía,
que irá surgiendo de mis entrañas,
robándole la virginidad a mis cuadernos,
(mis confidentes eternos).
Esos que escuchan mis lamentos,
mi desesperación de no saberte,
de no sentirte,
de no poder tenerte.
Te amaré a cada segundo de vida.
Estarás en el discurrir de mi sangre,
en el latir de mi corazón,
en el palpitar de mi alma,
ansiando las lindes firmes de tu vivir.
Te amaré vida mía,
en el eterno de nuestros días.
Cuando el otoño vista nuestro jardín,
y veamos la primavera al fin,
unidos en un abrazo inmenso,
dejando al invierno ajeno para siempre.
Te amaré en fin, amor mío,
besando tus sienes de plata en cada atardecer.
Contemplando tus ojos,
esos que me imbuyen cada verso.
Declamando en tu oído mi dulce inspiración,
deslizando cada nota de mi alma,
e hilvanando el abecedario en un juego de amor,
un juego de amor sin fin.
Ali Avila©