Acariciando el alma con un olor llenito de nostalgia, inspirado en el aroma del amor perdido. Así se adivinaba su pena, sentada frente a la inmensa noche que la acompañaba.
Arropada en la infinita quietud del color que libaba del sosiego. Mirando siempre las puestas de sol eternas. Esperando la luz que devolviera a su mundo el latir celeste, los cielos mágicos y el hálito eterno de una tierna promesa de amor.
Ali Avila©
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