Los etéreos argumentos
que esgrimió para abatirla
se desvanecieron en su propia tormenta.
Su olor a solícito visitante,
hedonista en su esencia,
se enredó en la noche
y se disipó con la realidad.
Sus pactos de vida
entre sombras y distancias,
huyendo de si mismo,
escribieron, anacrónicos, su volátil destino.
Una nueva vida en su mirada
el fondo mismo de sus fantasmas
y el beso que evocaba mareas en su pecho
dormirán en cruel naufragio su ritmo solitario
aguardando el propio despertar.
Ali Avila©
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