Navegando entre pétreos recuerdos,
el tiempo como único testigo,
la vida transcurre subterránea
deambulando suicida bajo mis pies.
Aún así, tu memoria flota náufraga
como una hoja seca
sobre el canal de mis latidos,
al borde mismo del corazón.
Todavía no puedo concebir, amado de mi existir
como la tierra se sacudió de un trago
la vida que nos unía.
La materia adherida a mi tristeza,
que brillaba piadosa al penetrar en el azul de mis lágrimas,
un azul hasta entonces desvaído e impreciso
que parecía lejanamente intuirte.
Hoy, con el alma rota,
alma en la que puse toda mi vida,
alcanzaré con mis ojos a contemplar tus ausentes pupilas
y bailaré por ti la danza de la tierra súbita
entre una nube de inexistencia
y el calor evocador de tu voz.
Ali Avila©
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