Una vida de cristal, de ausencias retenidas en la mirada, conteniendo tibio el aliento que crecía en ella.
La vida perseguía sus horas, implacable... y un día quiso decir su nombre y ya no le recordaba a su pasado.
Sólo era ella pronunciándolo bajo el agua, como una burbuja que al contacto con el aire se desvanece.
El miedo a la soledad compartida, al dolor de un corazón roto hecho de días y de años de incierta calma había desaparecido.
Ahora solo sueña que el mundo la contiene y el mar marino cae en letargo para siempre.
Ahora ya no quiere, se ama.
Ali Avila©
Buena cosa eso de amarse a uno mismo. Ahora solo falta que dejes que yo te ame a ti.
ResponderEliminarSean quienes sean las personas que escriben los anónimos por favor, identifíquense porque no es agradable leer ciertos comentarios y no poder responder como se merecen.
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