Mirarte a través del otro lado de mis ojos. Contemplarte.
Rogándole a la noche que me ponga mágicamente a tu lado.
Presenciando como un ave, desde el espacio, el duende que existe entre ambos, ese que nos empeñamos en ocultar en medio de los silencios.
Extender los brazos, tibiamente y sentir en mis manos la dicha de cada caricia.
Y dormirme y despertar en un amanecer que vive del constante aroma de nuestra existencia.
Oliendo a sal y a vida.
Ali Avila©
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