Se renueva cada día,
con cada amanecer
y languidece nocturna en la sombra
de una ausencia demasiado larga.
Descansa muy leve
temiendo perderse una respiración,
una palabra,
una sonrisa que endulce
el puro azul de su mirada.
Dueña es de sus propios latidos,
aún tumultuosos,
flamígeros,
nacidos bajo el fuego de un amor
dorado, terroso y amante.
Todavía aletea tenue,
célibe y piadosa
por un querer en la sombra
con vocación de rapto y secreto.
Pero sabe, bajo su boca caliente
que pierde
y la desesperanza la invade
porque era el último afecto
el último gesto
el último amor.
Ali Avila©
No hay comentarios:
Publicar un comentario