Puso el rostro en sus manos
ofreciéndole la vida,
y los ciñó la noche
en su dulce y privada oscuridad.
El puro miedo se aferraba
en su mirada.
Las palabras de abandono
luchaban por perderse en su garganta
y la tristeza lo envolvió todo.
Y esos mismos labios entregados y cálidos
supieron a despedida unos instantes.
Perdida la esperanza
halló en su mirada el más fragante jardín de vida
y como una guindola en el mar
rescatóla de su naufragio
regalándola sus alas
salvándola al fin de sus temidos fantasmas.
Ali Avila©
Mola
ResponderEliminarGracias.
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