lunes, 8 de abril de 2013

Vida


La dulce mano del viento acaricia mi rostro.

Cierro los ojos para advertir su levedad.


... y siento en mi levantarse una brisa suave

como tu propio suspiro.


Así tu voz eleva gorriones

desde tu propio centro,

sostiene el murmullo de un riachuelo

que acaricia una llanura.


Tu mismo abres senderos

donde sólo existe maleza,

con la fuerza inusitada de tus pies,

cantando,

suavemente....


Y yo me dejo llevar por tu risa,

y el jardín se perfuma para siempre 

.... con tu nombre.
Ali Avila©


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