como ávido inquisidor de alientos,
la extensa penumbra de su vida
se perdió en las finas redes del tiempo
y sus puñaladas, certeras,
cercenaron las alas de una Isadora de agua
que quiso, ¡ay inocente!
encerrarse voluntaria en su terrenal jaula.
Mujer de azules,
envejecidamente tierna,
con los ojos brillantes de amor,
perecedera e insomne,
gustosa de frecuentar cada noche
el deseo leve de sus palabras,
veló sus sueños y sus incendiarios discursos,
anhelando un futuro juntos, en un incierto mañana.
Ahora, sangrando aún las huellas del castigo,
un silencio de oscuros insultos,
único y desgarrador,
sintiendo aún así el deseo salvaje de su carnal veneno
y ese amor excesivo convertido en un sótano de desconsuelos,
se envuelve en desgarradas vestiduras
y se aleja, para siempre, de anclas dolorosas,
de mares tempestuosos y rígidos,
del barco en el que no singlará su acuática levedad.
Bahía quieta, de lunas y silencios,
profundo amor de tiempo presente,
zarpando presto de un tormentoso puerto de celosas olas,
compañero de agua, capitán de sus sueños,
profundo y Único amor de un tiempo que se hará inexorablemente pasado.
Ali Avila©
Thundercell - Sean R. Heavey |
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