Como son parte de mi día a día, ha sido una sorpresa ver que puedo hacer algo más con mis lapiceros cuando se quedan pequeñitos y ya no puedo sujetarlos entre mis dedos.
Nunca los tiro, pero al final se quedan en un cajón, arrinconados. Así tendrán una segunda forma de alegrar mis días y mis platos.
Un gran y ecológica idea.
Sprout: el lápiz planta que nos recuerda que todo puede tener una segunda vida.
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