Pálida y sin lágrimas.
Victoriosa perdedora de una falsa ternura,
vacante vida entregada
a un amor que no merecías.
Taciturna existencia la que habitas,
callada sin permiso
castigada a no terminar la frase,
sancionada en soledad,
a no ser nada,
a ser nadie.
Condenada a poemas tristes
que lloran en virtuales páginas
de una vieja historia
contada en una carta sin entregar.
Saturada con la representación
de unos ojos que no tienen el valor
de mirarse en el espejo,
esos que una día creyó que la amaban..
Obstinada en ganar batallas
a su soledad,
a seguir así,
aunque sea un instante cada día,
hasta vencerse.
Ali Avila@
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