Amanecida en brazos de su recuerdo,
reconociendo en la piel el rastro de su aroma.
Tendida en la sutil alborada de mi cuarto
azul, silente y musical.
Percibir el borde mismo del precipicio
acerado, frío
y rescatarte indemne y tibia
desprendidos ya los hielos fatuos,
adivinándote flamígera,
cuajada de vida.
Mía soy,
como mía es la carne de mis labios
la silenciosa y cálida boca que me habita.
Prisionera de él
oculta su huella secreta
tras mis azules serenos.
Hermoso y triste reino de amor,
afligido en horas de soledad
inmaculado sentir en sus brazos.
Ali Avila©
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