Recuerdo como insomne noche tras noche
fascinada por tu alma que creí idéntica a la mía
aguardaba tu llegada
conmovida ante la espera.
Y en mi silencio interior
la felicidad encendía jardines de luz
donde un lecho blanco y suave
cuidaba de mis sueños por unas horas.
Elegí las alas
a la cotidiana rutina
la mentira a la vulgaridad,
los monstruos a los despertares.
Imaginé nuestras caras en el tiempo
y tanto anduve hasta encontrarte
que no supe ver el fin
de nuestra premeditada imperfección.
No adiviné que el aire de nuestra euforia secreta
tenía un nombre, un rostro
una multiplicidad.
Ahora el desierto nos separa,
no queda entre nosotros ni siquiera ese hilo leve y carmesí
del que te hablé convencida de su existencia.
Aún así quiero creer que nos amamos,
que esa luna cómplice nos recuerda
y que la poesía que construimos continúa declarando la verdad.
Ali Avila@