Susurra el viento
entre las hojas de un joven laurel,
que mece los últimos rosales
y habla al agua dormida
de la alberca en el jardín.
Entre tanto,
poseídos por un anhelante impulso creativo,
transitamos las tardes estivales
entre el dulce sonido del silencio
y la tranquilidad del pueblo.
No necesitamos palabras
nuestras miradas cómplices
se besan el alma.
Y así transcurren nuestros días,
envueltos en la poesía de vivir.